La mezquita aljama.
«Su belleza y elegancia desafían toda descripción. Ni griegos, ni musulmanes labraron obra más exquisita».
al-Idrisi Descripción de la mezquita de Córdoba.
El templo de los viernes.
Una de las cinco obligaciones de todo buen musulmán consiste en la oración ritual salat. D-ebe cumplirse cinco veces al día en alguna mezquita, u orientándose hacia la Meca en cualquier espacio libre y puro. A mediodía de los viernes, los fieles se congregaban en la mezquita aljama de Córdoba. Su maqueta reproduce su mayor momento de esplendor a finales del siglo X, una vez finalizado el último proceso de ampliación en tiempos de Almanzor.
Concebida como fortaleza de la fe entre contrafuertes, sobrios muros y escalonadas almenas, llegó a ser el tercer templo de mayores dimensiones de todo el mundo islámico. Un punto de referencia y peregrinación de viajeros de distintos puntos del Mediterráneo.
La qibla o muro de orientación de las plegarias iba precedida por la maqsura. Este espacio estaba reservado al soberano que quedaba delimitado por una balaustrada tallada laboriosamente en madera. En la propia qibla los fieles focalizaban su mirada al mihrab, un nicho de planta poligonal con cubierta cupulada de mayor fastuosidad y ornamentación. A su derecha, la cámara del tesoro (bayt al-mal), guardaba los diezmos, un enorme ejemplar del Corán que necesitaba la fuerza de dos hombres para ser transportado y unos candelabros que se encendían durante la fiesta de la ruptura del ayuno. A la izquierda del mihrab, una puerta conducía al sabat o pasadizo que atravesaba el califa hasta recluirse en el Alcázar.
El cadí o juez mayor de Córdoba, era el encargado de dirigir la oración de desde el almimbar, una cátedra de siete u ocho gradas tallada en ébano y boj, que según al-Idrisi cada viernes se perfumaba con áloe y ámbar. Los fieles seguían el ritual postrándose en esteras de esparto o pita que cubrían un suelo de argamasa. La tenue luz que penetraba desde el patio y los lucernarios iluminaba la estancia. Las lámparas metálicas, con numerosos vasitos de esencias y velas que permanecían encendidas durante toda la noche previa a la ruptura del ayuno en ramadán, también alumbraban las naves del oratorio.
Juicios, lecciones y obligaciones
La mezquita aljama no solo sirvió de espacio que congregaba a los fieles para oficios religiosos, sino lugar donde el cadí o juez impartía justicia a primera hora de la mañana sentado sobre un cojín o acomodado de medio lado bajo los pórticos.
Voces de sentencias se entremezclaban con las de niños aprendiendo el Corán, las de lecciones magistrales impartidas por afamados sabios, la llamada a la oración o incluso con las soflamas del juez incitando a dar limosna o recordar las obligaciones de los creyentes.
Yo ví en al-Andalus a un juez llamado Ibn Naufal el Coraxí, el cual, al acudir el pueblo para que él decidiera sus cuestiones, no cesaba de hablarles de Dios y de infundirles el temor divino. Les recordaba que la cólera divina alcanza a los que hacen vida frívola sin acordarse de Dios y les exhortaba poniéndoles de manifiesto los castigos de la otra vida (…) durante el día del juicio final. Luego les hablaba con exquisita prudencia, (…) después comenzaba a lamentarse y aun a llorar delante de todos hasta el punto que (…) un día salió el pueblo llorando.
Al-Jusani Historia de los Jueces de Córdoba