«Cómo el hombre se convirtió en humano»
Hubo un lugar privilegiado de la Historia, donde se lleva a cabo la fusión de las sabidurías del Oriente y Occidente. Durante milenios, confluirán al Sur de la Península Ibérica, en Andalucía, lo mejor de las culturas y corrientes espirituales del Oriente y del Mediterráneo.
Sobre esta tierra fueron descubiertos varios fragmentos de la gran epopeya sumeria de Gilgamesh, en la que el hombre ya se atreve a interrogar a Dios: “Mas si no querías para mí tan altos designios, ¿por qué has creado esta inquietud, este deseo en mi corazón?”.
El Islam se expandió con rapidez, porque contenía en sí todas estas presencias. Porque se abría a todos y reconocía todas las revelaciones anteriores. Hoy es vitalmente necesario volver a mostrar la necesidad de una etapa renovada en la vida de las especies. El sentido plenario de la razón que no separa la ciencia de la sabiduría ni de la fe, y que se difundió en aquella Córdoba del Califato a Averroes.
Porque la reflexión sobre los fines y la fe plantea el problema de dimensiones morales, acerca de la energía nuclear, la conquista del espacio, la manipulación genética en biología, así como el desenfreno económico. Ante este peligro, es necesario reconducir los nuevos poderes hacia fines humanos, es decir… universales.
Para un verdadero diálogo entre civilizaciones, es necesario reintroducir, en nuestro mundo actual, aquellas dimensiones éticas sin las cuales toda sociedad no camina sino a su propia destrucción:
- Trascendencia la afirmación de valores absolutos y universales que están más allá de los intereses individuales, de grupos o de las naciones.
- Comunidad la certidumbre en cada uno de nosotros de ser responsables del futuro de todos los demás.
Sólo así podremos lograr el objetivo común de todos los humanismos militantes: Dar a cada hombre, mujer o niño, todos los medios técnicos, económicos, políticos y culturales para el pleno desarrollo de todas las riquezas humanas que posee cada uno. Así Córdoba cumplirá su misión milenaria entre el Oriente y el Occidente: conducir, como una arteria, todas las fuerzas de la vida de una a otra orilla.